La presión externa, las expectativas, lo que se espera de nosotr@s. Hay un montón de ideas que surgen en nuestra cabeza que nos hacen funcionar de una manera concreta, de cara a los demás o por los demás.
El otro día hablaba de los vínculos de apego. Cualquier situación e interacción que vivimos, sin duda nos condiciona a la hora de desenvolvernos en la vida.
Sin embargo, no siempre somos conscientes de hasta qué punto nos ponemos nuestras propias ataduras. La presión externa, lo que se espera de nosotr@s por ejemplo, influye en gran medida y puede convertirse en una esclavitud vivir siempre de acorde a lo que piensan o esperan los demás.
¿Debes hacer tal cosa? ¿A es mejor que B? ¿Quién lo dice? En ocasiones no somos conscientes de que nos mueve a actuar. ¿procuro que todo el mundo esté bien? ¿Me gusta ayudar a los demás, me siento bien? ¿Si los demás están bien conmigo, estoy bien?
Si el motor de tu vida tiene que ver con cómo eres percibid@ por los demás es muy probable que tarde o temprano te encuentres mal. Vivir preocupado o priorizando el bienestar ajeno o si externamente me consideran valid@, tiene un coste emocional muy grande del que normalmente no nos damos cuenta.
POR DÓNDE EMPEZAR CON EL CAMBIO.
Si ésta es tu realidad, comienza por considerar a tu persona como lo más importante que tienes y busca objetivos y sueña con lo que más te apetezca, que nadie te diga lo que puedes o no puedes hacer.
Priorizarse no es un acto egoísta, es un acto necesario. Cuidarme, quererme, respetarme. Si yo no lo hago, ¿Quién lo va a hacer por mí? Puede que una pareja y mis parientes más cercanos sean capaces de tenerme en cuenta y cuidarme, pero incluso en esas circunstancias, estoy necesitando esa validación externa y esto a la larga deriva en relaciones de dependencia.
Por tanto, la relación con los demás y el motor que mueve mi vida debe comenzar con un@ mism@. Hacerse la pregunta de ¿Qué es lo que quiero? O ¿Qué es lo que necesito?, puede ser un punto de partida interesante para empezar a pensar más en mí y menos en las necesidades que tienen lo demás.
Todo requiere entrenamiento, pocas habilidades hay que se puedan aprender en un solo día, pero poco a poco te irás acostumbrando y el cambio en la mirada va a merecer mucho la pena. Quizá no tanto a los demás, si tu entorno se ha acostumbrado a que estés siempre pendiente de sus necesidades, probablemente lo noten. Puede que su percepción sobre ti cambie, o puede que no. En cualquier caso, no necesitas su aprobación para seguir adelante, solo necesitas la tuya propia. ¿Te animas?
Desde la psicología podemos ayudar a identificar esas frases intrusivas o esa forma de actuar condicionada y buscar otras formas más libres de funcionar en el día a día donde establezcas las prioridades que consideres oportunas y donde dejes de sentir la necesidad de complacer a los demás y buscar tu propio camino. Como siempre digo, el proceso a veces puede ser duro, pero siempre merece la pena.